sábado, 30 de enero de 2010

Piratas que “robaron” a Hollywood




Los suecos Frederik Neij, Gottfrid Svartholm y Carl Lundstrom se han convertido en un trío de celebridades en su país, ya que protagonizaron el juicio antipiratería más intenso de la era de la Web 2.0.

En el verano pasado, de visita en Estocolmo me topé con la promoción del libro The Pirate Bay, los piratas que robaron a Hollywood de los periodistas Sam Sundberg y Anders Rydell, quienes narran a detalle la historia del juicio que conmovió a Suecia y a la comunidad intenáutica mundial. Para mi sorpresa, el punto alfa de esta historia es la Ciudad de México. Corría 2004, cuando Svartholm, con sólo 20 años inició desde el D.F (donde vivió por un tiempo), The Pirate Bay, el sitio pirata más famoso de Internet en lo que va del siglo.

TPB es un sitio que mediante la tecnología Bit Torrent permitió durante años, la transferencia de archivos (sin necesidad de guardarlos), para que los internautas descargaran el entretenimiento de su preferencia. Según la BBC, TPB, llegó a ser uno de los 100 sitios peer to peer, P2P (distribución entre pares) más importantes de Internet, en cuyos catálogos aparecía media industria del entretenimiento. Desde la serie de películas de Harry Potter, pasando por el último éxito de The Killers, las temporadas de Prison Break y videojuegos de última generación.

Tal fue su éxito que según la revista Wired llegó a registrar un millón de visitas diariamente. El sitio fue un serio dolor de cabeza para gigantes de la industria cinematográfica y fonográfica como Columbia Pictures, Paramount, Dreamworks, Sony, Warner y otros, porque ante los llamados de atención de la industria, los suecos cambiaban la ubicación se sus servidores en un juego perfecto gato vs ratón.

La Federación Internacional de la Industria Fonográfica y la Asociación americana que reúne a la industrias del cine y el video ( MPAA) encabezaron la parte acusatoria en el controversial juicio, que acabó con los hackers en la cárcel y que intensificó uno de los dilemas más complejos de la red: los derechos de autor en la era digital.

Acusar a los creadores de TPB no fue fácil, para comenzar, no había delito que perseguirles en Suecia (el 87.7 % de la población tiene Internet y donde los hackers posmodernos son vistos con simpatías sobre todo por jóvenes; finalmente en marzo de 2009, luego de 2 meses de juicio, se les fincó responsabilidad por poner a disposición una treintena de materiales licenciados como las cintas de Harry Potter, por cierto.

El caso de The Pirate Bay, no pasó desapercibido en Europa, a decir de observadores coadyuvó a generar simpatías a favor del Partido Pirata Sueco, que promueve la libertad de uso y consumo de contenidos en la red y que consiguió en las pasadas elecciones un escaño en el Parlamento europeo con un nada despreciable 7.1% de los votos (Reuters 07/06/09)


El debate por los derechos de autor, es un dilema irresuelto de nuestra sociedad digital.
Internet es ubicua, volátil y esquiva como lo demostró el caso de la bahía pirata. Se han apropiado de ella los jóvenes protagonistas de una contracultura post MTV a través de tecnologías innovadoras, que permiten la reproducción y modificación de toda producción cultural. Paradójicamente en su carácter abierto y democrático radica su mayor vulnerabilidad.

Es un hecho que industrias mediáticas como la prensa, pierde adeptos y ganancias, porque los lectores consumen cada vez más noticias a través de motores de búsqueda que no pagan derechos (se calcula que un 80% de los lectores ya no pasan por la primera plana de los diarios). También es innegable que gracias a Internet, medios alternativos tienen hoy visibilidad global que de otra forma, en un ecosistema de medios en manos de poderosos conglomerados, no tendrían.

El asunto de la piratería en Internet, no es menor. De acuerdo con datos del gobierno estadounidense, tan solo en 2008 las pérdidas calculadas a causa del robo de datos y propiedad intelectual ascendieron a un billón de dólares (El País, 04/06/09).

Los jóvenes suecos fueron condenados con un año de cárcel y el controversial sitio fue vendido recientemente a una empresa de software, que anunció un modelo de pago al material protegido por el copyright, similar al de I Tunes. Pero TPB fue ni el primer sitio de este tipo, ni el último que generará el recelo de la industria.

Como en todo hay extremos, por un lado, quienes desean que toda creación se regale y otros igualmente intransigentes, no comprenden que Internet, es un cambio de paradigma, que requiere nuevas fórmulas para su uso y apropiación. Internet es un invento extraordinario y su futuro depende de nuevos consensos entre creadores, industria, distribuidores y nosotros, los consumidores.

El copyleft (opuesto al copyright que permite reproducir, pero no lucrar como las licencias Creative Commons), el modelo de micropagos de I Tunes, son una salida aun tenue a un debate imprescindible, en el que se habrá de partir del reconocimiento de que Internet ha cambiado las formas de producción, distribución y consumo de la cultura en este siglo.

El profesor de derecho de la Universidad de Columbia, Michael Heller advierte así el desafío: Ni exceso de propiedad, ni exceso de fragmentación de ésta. Ambas frenan la creatividad. El trabajo sin duda, será arduo, ya que la tecnología avanza más rápido que el conocimiento sobre sus efectos.

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